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Mostrando entradas de julio, 2020
A mil años luz, nunca hubiera imaginado los meteoritos chocando, recordándome que es el momento de descubrir la máscara de nuestros rostros. Me doy cuenta de la realidad, que las cosas han cambiado y son distintas, la aurora boreal ya lo anunciaba cuando flotábamos en el aire sin perjuicios.
La tarde se evapora cansada y oscura. Las farolas iluminan la soledad y las estrellas guían mis pasos, arropando los recuerdos que se desvanecen con las mareas y el canto de las sirenas.
Me arrebataron el mañana, el ayer y el hoy. Mi llanto solo lo comprenderán los duendes que huyen por los montes. Si tu olor permaneciera en el lecho del río, mientras deliro, dejadme marchar.
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Dile a la luna que venga a buscarme, pero ella duerme sin más. Mientras me enredo en la niebla, las nubes chorrean tristeza y sigo mi caminar.
Esconderé un trozo de cielo cuando esté durmiendo y caiga el rocío. Beberé de los arroyos y escucharé jugar a los niños mientras repican las campanas perdidas en un cielo lleno de ceniza.
Existe un mar que puede ser tragado por las olas y un viento que camina desnudo cuando el alba adorna la madrugada y la luna se convierte en arena.
Oh, silencio cruel, que un día golpeaste mi puerta cuando el invierno con su furia nos abatía y se sentía fría la soledad del ausente.
Niños que jugáis en el prado con las manos sucias y los bolsillos plagados de miseria, creceréis y trabajaréis los campos agrietados y vuestra esperanza será la cosecha.
Parte el jinete al alba, temeroso, con su armadura de equipaje, caballero al remanso de los pinos. ¿Adónde se dirige? Busca a su doncella, quiere protegerla de las brumas de la noche arropándola con su espada.
La soledad no pide nada, promete dándote un tortazo en las mejillas. Ruinas y basuras colapsan el porvenir. Se alejan las aves migratorias prudentemente. Apartémonos del metal y de los monstruos reales imposibles de domeñar.
¿Cómo es posible amar en la distancia si tu ausencia me deja el corazón abatido? Solo Dios sabe el porqué tu voz me recuerda la pasión. Fuimos víctimas del deseo, por eso estamos aquí, corazones rotos en busca de taller.
Sopla el viento matinal. Se aproximan las nubes. Las estrellas residen altas reflejándose en el lago. Se acerca la tormenta. Los ríos precipitan sus caudales. Rugen los cielos por la ira de los Dioses.
En la cabaña de madera los duendes acampan a sus anchas y los perros ladran a la madrugada. Cuando era niño solía esconderme en el desván para sentir el silencio de los ramales abandonados.
A veces nos desvanecemos como vaho entre los cristales. Planeamos por tristes acantilados desolados hacia un horizonte lejano. Noches de calma te tienden la mano. ¡Abre tus alas, mirada hermosa, observa las flores, que brote la pasión!
El mar abraza la orilla. Se respira libertad, suspiran los soñadores, saltan las olas por encima de los corazones invisibles. Alumbran los faros y los marineros regresan a tierra.
Se hacía largo el camino para los pastores que seguían el sendero. Paraba el rebaño a refrescarse en las fuentes para continuar por los hermosos desfiladeros envejecidos. ¡Qué sabia es la vida cuando sabe de tu caminar después del abismo!